miércoles, 16 de febrero de 2011

Permisividades de Dios.

Permisividades de Dios.

por Félix Alejandro T. H.

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Marcos 2:18-3:6, 2:1-12

¿QUÉ NOS ES LÍCITO, CÓMO Y PORQUÉ?

¿Hemos considerado a Jesús como un extraño alguna vez? ¿Alguna vez su enseñanza o acciones nos han movido más que a asombro, a una molestia o desagrado? Tal vez, conscientemente no, quizás tampoco es nuestra intención disponernos de esta forma, pero, si reflexionamos sobre lo que Jesús buscaba confrontar en el mundo, incluyendo sus convenciones religiosas, incluso las actuales, muchas veces llegaríamos a la conclusión de que nosotros mismos estamos incluidos en el grupo que consideraba al predicador nazareno, más que un asombroso profeta y maestro, un blasfemador y subversivo religioso. Con enseñanzas e inusuales prodigios el efecto que produce es provocador contra nuestras concepciones. Tal vez, La persona de Jesús aún puede provocar eso en nuestro medio.

Son reducidas las actitudes que se pueden tomar luego de que Jesús irrumpe en medio del mundo que hemos construido, sus cosmovisiones, atavismos, costumbres, convenciones y despreocupaciones. Ante lo que públicamente realizaba y hacía Jesús hasta lo relatado al capítulo 3 del evangelio de Marcos, nadie podía quedar indiferente, la indiferencia, la indolencia no eran una alternativa, lo que más se podría hacer es urgentemente tomar una actitud de temor y rechazo, dar explicación al fenómeno “Jesús de Nazaret” con razonamientos religiosos, o desencanto: “no es más que otro iluminado que terminará muerto, no cambiará las cosas como son, no me queda otra que vivir tal como lo he hecho, sino por último los fariseos y sacerdotes siempre tendrán un respuesta”. El problema es que si crees tener todas las respuestas, incluso dentro de una estudiada y esquematizada religión o filosofía, y eso te da un estatus, y viene algo que lo pone en cuestión, lo desafía, pero no te le unirás para reconocer que tienes mucho que desaprender y volver a aprender, lo más probable es que querrás destruirlo, digámoslo así, Jesús y su “nueva” enseñanza son una amenaza (ver capítulo 3 versículo 6). O lo difamas y banalizas o lo matas.

Hoy, los relatos de los evangelios nos pueden ser positivamente asombrosos, o quizás, son palabras leídas y re leídas, o pueden ser leídas por primera vez sin mayor novedad. Pero ponernos en el contexto de la situación, nos puede llevar a vivir la experiencia de testimoniar a Jesús como alguien que aun nos puede sorprender, incluyendo esto que nos pueda ser por un momento alguien paradójico, contradictorio, confrontacional, etc., y entonces se puede ser parte de la multitud curiosa que le seguía, o se le puede rechazar queriendo inclusive ver la forma de destruirle, y destruirle también incluye quitarle a las enseñanzas y prodigios de Cristo el factor de novedad y revelación, rebajarlos al nivel de un acontecimiento ordinario, consabido, clasificable, “uno entre muchos más”.

Entre el pasaje de Marcos 2:18 y 3:6, la pregunta que se plantea en distintos contextos y formas es “¿qué es lo licito?”, ¿qué es lo legal?, ¿qué nos permite Dios? esto se plantea no como “¿sabes todo lo que te permite Dios?”, no sólo planteándolo con una consabida respuesta: que hay que amar, el legalismo cohíbe el amor, hay que entender el amor de Dios, etc. La pregunta busca confrontar. La cuestión y la pregunta por extenso es: dentro de todo lo que has aprendido hasta hoy, todo lo que te dice el mundo y su sistema, incluso, lo que el sistema religioso te dice que debes y cómo hacer, lo que es posible e imposible y eso, enseñándolo en el nombre de Dios, el Bien, la Moral y el Amor, en ese gran contexto, ¿hasta dónde lo que hagas es permitido, legal, correcto, beneficioso, lícito, dentro del propósito de Dios, o hasta, normal?.

Supongo que los discípulos de Juan el Bautista eran sinceras personas de búsqueda espiritual, místicas, y que en esa ‘piedad’ aun tenían una prudente y a la vez curiosa distancia y llegada al primo de su maestro, Jesús, y ellos ayunando le preguntan por qué los discípulos de Él no ayunan. Los fariseos, facción político-religiosa del sistema sacerdotal, buscando resguardar el orden moral y religioso que habían deducido e impuesto, celosos guardianes de su religión, fueron y vieron que este maestro y profeta infringía las normas establecidas para el sábado, el día de reposo. Simplemente piénselo así: viene un supuesto cristiano, y lo que nuestra denominación, iglesia, pastor, obispo, cura, etc., nos han enseñado, Él va y lo infringe, o hace cosas extrañas que justifica de forma poco usual. Entonces van y le preguntan los fariseos y los discípulos de Juan el Bautista: ¿Por qué lo haces? ¿quién te lo permite? ¿cómo justificas doctrinalmente lo que haces?

Tercer acto: Jesús va y se mete en una sinagoga, va y metafóricamente hablando, ingresa al edificio de nuestro saber, al templo de nuestro sistema, donde lo analizamos para revalidarlo, Él ingresa allí, detecta la necesidad, lo que hemos descuidado, lo que aun no podemos cambiar, lo que no podemos responder y Él nos plantea la pregunta: bueno, ¿qué es lo lícito? ¿hasta qué punto nos es permitido, con aval de Dios, hacer las cosas, como se suponía no nos teníamos que atrever siquiera a intentarlo? ¿Actuar de una forma sin prescedentes?

Es interesante que en otro episodio lo fariseos preguntan por un ciego inquiriendo a Jesús: ¿quién pecó, éste o sus padres? (Juan 9:1-7). Pero en esa oportunidad como en esta, Jesús no ve la explicación doctrinal de la situación como lo urgente, sino que la necesidad de un ser humano como lo urgente (en este caso el hombre de la mano seca). Era importante explicar el fundamento, el porqué y cómo hacía sus prodigios, siempre y cuando esto revelara el amor de Dios y los principios de Su Reino, pero no para perfeccionar la religión y filosofía del momento, no para revalidar el sistema imperante sino para desvelar lo que no se había comprendido, para mostrar lo que Él encarnaba y lo que posteriormente, nosotros debíamos y debemos.

La respuesta a inferir de lo que indirectamente decía Jesús, tiene que ver con que nos preguntemos a nosotros mismos en medio de nuestras convenciones personales y colectivas: ¿hasta dónde Dios mismo, autoridad máxima de todo saber, verdad y norma, es quién me avala para actuar? ¿hasta dónde es Él quien me dice que es lo lícito, incluso, en la forma que hasta para mí sería novedoso?

Jesús no venía a instaurar un nuevo “antiguo testamento”, ni una “nueva” mirada al antiguo testamento, lo que Él predicó y encarnaba era una revelada forma de relacionarse no sólo con una doctrina, sino lo que “resguarda” ella: la palabra de Dios, o sea una relación con el Dios de esa Palabra. Por eso Él pone de ejemplo la figura de un novio y la historia de David: la relación de los amigos del novio con el novio, la relación de David con Dios, que en su complicidad le permitió actuar así con sus compañeros. Es Dios relacionándose y actuando (no contemplando) con nuestra necesidad: la necesidad de experimentar a Dios (el ayunar), que sería la necesidad de una inquietud y búsqueda de Dios (los discípulos de Juan el Bautista), la necesidad natural como el comer (los discípulos de Jesús), como la necesidad e inquietud como antes mística ahora religiosa, de entender hasta qué punto Dios se relaciona con mis necesidades naturales, domésticas y cotidianas (la extrañeza y celo de los fariseos), y en tercer lugar la necesidad de mi prójimo (el hombre de la mano seca), la necesidad de que algo extraordinario nos suceda para que cambie la condición de lo que hasta hoy nos aflige. Libertades, saciedades y anhelos.

¿Cuál es el esquema que debemos exponer al amor, poder y autoridad de Dios, confesarla y reconocerla como imperfecta para que Él lo confronte y lo modifique? Sabiendo que relacionándonos con Él nos permitirá atraernos lo que nos liberará, saciará y sanará nuestras vidas y las de otros. ¿Hasta qué punto nos es lícito, permitido, legal, moral, correcto, etc., dejar intervenir el espíritu de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo?

Muchas veces estamos en el rol del piadoso que busca la respuesta mística para poder entender, experimentar y agradar a nuestro Dios. Otras veces buscamos defender y fortalecer el orden que nos enseñaron o establecemos desde nuestra comprensión y convenciones. Otras veces, ante la imposibilidad de resolver o contestar nuestra necesidad, falta o aflicción, ocultamos nuestra “mano seca”, pero Jesús nos dice, pese a que nadie ha sabido responder y resolver: extiende tu mano, y nos sana. Nos busca en medio de los impotentes y necios sistemas (que no saben que ignoran) y nos habla, busca comunicarse con nosotros y nos invita a cambiar la perspectiva de las cosas.

Para terminar, quizás el atisbo de la respuesta está antes de estas 3 situaciones: en Marcos 2:1-5 y lo que sigue. Pero quedándonos en específico con los versículos 4 y 5: tal vez lo normal no sería ir y destruir el techo de otra persona para bajar a nuestro amigo por ahí en busca de un milagro, “no se puede hacer doctrina de una experiencia”, tal vez es prudente esta recomendación, pero el trasfondo y lo importante a rescatar lo destaca el mismo versículo: “viendo Jesús LA FE DE ELLOS”: el Reino de Dios, sus principios, su revelación pueden impactar lo que hasta hoy, ahora que estás leyendo esto y siempre que se te revele algo de la palabra de Dios, impactar lo que estaba establecido para nosotros, incluso reconociendo su impotencia y falta de respuestas ante ciertas situaciones sensibles e importantes para algunos, si buscamos la persistencia de la fe y la humildad, dependencia y enseñabilidad de un niño. Así seremos los beneficiados por Jesús, los amigos del novio, los consentidos de Dios, los discípulos del maestro*.





(*): Luego de estas enseñanzas es que Jesús, según la sinopsis de Marcos, establece a sus discípulos, seguro que podría querer decir este orden de los acontecimientos narrados que, para entender todo esto, hacía falta poder estar más cerca de Él.

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