Motivación e Identidad.
por Félix Alejandro T. H.
Recuerdo los días en que el cariño por la gente me hacía trabajar en la obra como si fuera algo personal. En algún lugar, esa misma gente me inspiró a retroceder. Pero, y el Jesús del madero, el resucitado, el que yo misma declaraba estaba en todo mi caminar ¿dónde estaba?... Lo convertí en mi amante lejano, uno al que besaba y abrazaba cada vez que las emociones me llevaban a él, pero Él, no era un “él”, era un “El”. Supongo que perdí el respeto, y ahora, solo busco el camino para volver a empezar. (E. M.)
Lo primero que se me vino a la mente ayer al leer esto fue "idolatría". Cuando perdemos comunión necesitamos ese reflejo, ese espectro, esa figura(ción) externa, creada a mano, en el intelecto, en la emoción para respaldar lo que de fondo es un vacío o falta, que apela a nuestro hábitat original: el espíritu. Esto en términos de alguien que ya Le haya recibido (sino no tendría espíritu, claro está).
Aquello que nos motiva y a lo que sentimos inclinación de honrar, entregarle nuestra devoción. Adorar. Cuando esa motivación se deposita en algo donde no está involucrado el Espíritu, es muy posible que la pasión mengue, que terminemos decepcionados, y tal vez pensaremos que es "la Obra" la que nos dejó así, y tiramos la toalla y nos retiramos, a una labor "autodidacta", o simplemente, "renunciamos" (pero de fondo no podemos, sería traicionar nuestra propia historia de redención).
Es fácil poner esto en palabras, pero conlleva una vivencia profunda de poner en jaque cada aspecto humano de nuestro condicionamiento a las conjeturas, instintos, heridas y vanaglorias de la carne, de la vieja naturaleza. Cuando comienza entrar luz en este enredo de lazos emocionales, intelectuales, etc., es que de fondo podemos ver brillar la Luz original depositada por la Gracia de Dios en un momento de nuestra vida. Por eso el Espíritu es también FUEGO: refina los metales, evidencia la corrupción, la madera que no es noble ni útil.
Ayer se me cruzó la frase: "los redimidos también tienen su propio "infierno"". Si pensamos en "infierno" como juicio, fuego consumidor, lugar de despojo, algo que se podría con cierta inmadurez juzgar como "castigo". Otros utilizan la figura del Desierto. En el desierto el calor calcina, y de noche el frío es árido y a su modo, quema. El infierno folklórico judío es "hielo que quema", y el gehena, es el basurero donde se arrojan y queman constantemente los desperdicios.
¿Cuál es ese "infierno" que experimentamos? No, en realidad no los vivimos NOSOTROS en esencia, es la carne. La Carne está y estará hasta nuestra muerte o cuando este “cuerpo corrupto” sea transformado en uno “incorrupto”, pero su dominio, su ego, su orgullo, sus excusas, su (in)justicia, su vanidad, su soberbia, sus artilugios, sus autoengaños, sus manipulaciones, sufren juicio, es avergonzado, son acorralados, desarmados, abatidos. En la medida que nuestra voluntad se aferra a ellos, con ellos caemos. Pero no es la voluntad de Dios, Él nos disciplina o nos enseña con amor tierno, pero no nos abandona, estira la mano y nos levanta, allí la Gracia, esta carrera donde muchas veces al corredor le dolerá el cuerpo, otras veces no sentirá nada. Una hermana, amiga y compañera de armas me contaba que al correr, debes hacer un gran esfuerzo de dominio y perseverancia al inicio, luego de unos kilómetros el cuerpo se acostumbra, casi como que se adormece y sientes por fin como los pasos "flotan" y sólo tienes que mantener el ritmo. Ese fuego, como purifica, destruyendo lo impuro, refina, exaltando lo puro, e inflama el calor necesario para una motivación aún más poderosa.
Él nunca se aleja, pero Él no sólo es "él": como es el esposo, es el hermano mayor, es el amigo, y también es el Maestro, es el Sumo Sacerdote, es el Señor, es el Rey de reyes.
Siento que queda estrecho el tratar de definirnos al respecto de sólo un aspecto de esas formas relación. En un tema desarrollado por Paul Washer, se dice que todos somos esclavos, pero la diferencia la hace a qué Señor sirves, y sus consecuencias. Pero una amiga me decía: pero tengo entendido que Dios nos llama hijos, con eso me quedo. Creo que no podemos definirnos sólo como "hijos" o sólo como "siervos", "sacerdotes", "reyes", “esclavos” etc. pero cada uno de esos epítetos ataca o potencia algún aspecto de nuestra existencia actual. Por ejemplo, el llamarme "esclavo" sin duda atacará al ego de mi carne, que desde la expulsión del Edén quiere ser su propio dios y señor. Mi alma necesita ser humilde y postrada a una voluntad que le sea superior y la guíe, entonces la concepción de “esclavo” me ayudaría a entender y hacer real esta verdad y proceso. Pero sin duda recordar que soy "hijo", "amigo", me acercará a mi Dios, a mi Padre, a mi Redentor, que es otro tipo de expresión de Su amor hacia mí, y de mi amor y devoción hacia Él.
¿Cómo es que consideramos o aclaramos nuestra motivación? ¿Cómo es que permitimos se vulnere? Siento que tiene que ver con hacer consciente en la devoción y comunión todas las formas en que Dios busca relacionarse conmigo, primeramente, y así tratar cada área de mi vida. El tema de fondo tiene que ver con profundizar y reafirmar lo que somos, para nosotros, los demás, lo que valgo para mi Creador, en Él, para Él y gracias a Él. Es un tema de IDENTIDAD: quien fuiste, quien has sido, quién y qué buscas ser, qué puedes llegar a ser, cómo, porqué, junto y por medio de qué, quién o quienes; de dónde vienes, dónde estás, a dónde vas, quién o quienes son tus amigos, hermanos, compañeros, a qué maestro sigues, a quien amas, a quien adoras, a quien sirves, a quien te encomiendas. En qué áreas la carne a veces toma la ventaja o el mando, o en cuáles el Espíritu. Qué te motiva. El valor de algo se establece por su exclusividad, utilidad y el trabajo que se invierte en él. ¿Cuánto vales, para quien, porqué? ¿Cómo cuidas eso que vales? Quien es tu dios, cómo se evidencia eso.
Realidad es un sello “real”. Un Señor, un Rey, lo es porque se hace patente su poder en lo que le pertenece. Al hacerse evidente, al demostrarlo, aquello de lo que enseñorea se hace “real”. Eso que domina y administra, usa o desprecia, lo tiene porque lo hereda o porque lo conquistó. Son los aspectos que se pueden considerar del concepto: “real” como dimensión, “real” como calidad de noble. Tienen relación. Si la “Realidad” está sujeta a puntos de vista subjetivos, con consecuencias y efectos objetivos, sin duda, lo que vivimos, experimentamos, personal y colectivamente, es resultado de nuestras motivaciones, descuidos y acciones. La realidad que vivimos en ciertos aspectos se puede transformar en una religión, en una filosofía, en un estilo de vida, porque en la medida que lo que se evidencia en nuestra “realidad” convence nuestra razón y sentimientos a cómo, desde las conjeturas y empatía, me tendré que mover, motivar, proyectar y actuar mañana, la realidad crea, modifica, transforma mi identidad, y viceversa, mi identidad cambia o perpetúa, actualiza o confirma la realidad. El Mundo en que vivimos, su sistema, la Tierra y su ecosistema, la realidad completa está sujeta al enseñoramiento que el hombre ejerce o descuida. Dios o Su enemigo actúan por medio del hombre, y en el hombre se evidencian y pesan ambas justicias. Algo que es justo tiene que ver con lo que responde según una ley, es consecuente con ella, y siendo así entonces trae consecuencias. Como en el libro bíblico de Habacuc, la biblia habla de la justicia de los impíos, pero que la justicia de ellos no son “caminos rectos” a los ojos del Dios soberano. Algo justo no tiene que ver necesariamente con Dios, sino con una ley ejercida. La Justicia depende de quién la ejerce. Diferente es si esa justicia es recta según los preceptos del Dios santo y verdadero. Como la biblia habla de la “fe EN Jesús”, debido a que existen otras fe, la diferencia es que si salvan o no; hay quienes se convencen de algo que no ven a “ciencia cierta” pero que se dejan dominar por esos argumentos. Justicia y fe se rigen desde mi identidad y motivaciones. La diferencia de eficacia y beneficio se miden según a qué principios alineo la justicia de mis actos y la fe que los motiva.
Cuando nuestra comunión, como raza, se vulneró y perjudicó para con nuestro Creador, en vez que con nuestras vidas, obediencia y amor le adoráramos a Él, la adoración se convirtió en idolatría, buscando depositar nuestra “fe” en lo que podemos probar o hacer ante nuestros ojos y pasiones carnales. Eso determina el “dónde está puesto nuestro corazón”: nuestros pensamientos y sentimientos se rigen por aquello que adoramos, que valoramos como precioso, en qué depositamos nuestra devoción, lo que atesoramos, pues consideramos que su valor nos trae beneficios y satisfacción hoy o más adelante, como inversión o ahorro. Pero ese tesoro puede ser eterno o puede caducar, por eso la figura del agua: puedes beber hoy o mañana pero en algún momento tendrás nuevamente sed. Ese tesoro puede satisfacerte hoy, pero ¿y mañana? Entonces, la realidad de la cual somos reyes o esclavos, se sujeta según lo que adoramos, y según el resultado de este “culto” es que nuestra motivación se ve afectada y decepcionada o es exhortada, y ambas, realidad y adoración, construyen o destruyen la imagen y valor que tengo de mí mismo, ante mí y ante lo que adoro. Lo que expresemos según esa adoración, determinará si lo que profeso se convierte en bendición o en maldición.
¿Cuál de esos ídolos responde a su adorador con una verdad que le consuele y que le diga lo que verdadera y originalmente es o podrá llegar ser?
¿Es Dios nuestro completo consuelo, guía, tesoro y motivación? o ¿entre qué dioses está repartido nuestro ser?
Amor y obediencia al Dios verdadero y guiado por Su Espíritu, hizo y confirmó a Jesús, al “hijo del Hombre”, al “Verbo hecho carne”, en el Cristo redentor, el Mesías. Descendió y arrebató lo que conquistó con su vida por el poder de Dios, y ascendió para ocupar el lugar que merecía. No nos abandonó, y el mismo Espíritu que vivió en Él y con Él, lo impartió a los que en Él creen. Que nuestra identidad, adoración y motivación, sean guiados por el Espíritu Santo, para impactar la realidad que nos circunda, para demostrar el plan original de nuestro Creador sobre cómo debemos “labrar y guardar”, administrar y enseñorearnos de lo que Él nos confió como entorno. Y que nuestra motivación siempre halle fuerzas en el único que no nos puede decepcionar, pues es Fiel y Verdadero, y no es quien para mentir o medirse según nuestra engañosa justicia.
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ResponderEliminarSi lo excepcional no viniera del Espíritu, entonces diría magnífico... pero como viene de un hijo, de un amigo... solo diré Gracias.. gracias por alumbrarme el camino..
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